Lo Mejor de Retos Femeninos - Junio 2021
25 Rosario, ya dentro de la maquinaria oficial, gritó, y lo hizo airadamente, porque toda su obra, a partir de 1955 estaba encaminada hacia ese grito de denuncia. Realmente el grito era su obra misma, ya que Castellanos se la pasó tratando de explicarse a sí misma y de explicarnos qué significaba ser mujer y ser mexicana. Es recordada como uno de los símbolos del feminismo latinoamericano. PASAPORTE ¿Mujer de ideas? No, nunca he tenido una. Jamás repetí otras (por pudor o por fallas nemotécnicas). ¿Mujer de acción? Tampoco. Basta mirara la talla de mis pies y mis manos. Mujer, pues, de palabra. No, de palabra no. Pero sí de palabras, muchas, contradictorias, ay, insignificantes, sonido puro, vacuo cernido de arabescos, juego de salón, chisme, espuma, olvido. Pero si es necesaria una definición para el papel de identidad, apunte que soy mujer de buenas intenciones que he pavimentado un camino directo y fácil al infierno. Inició su labor periodística en 1963 y once años después la interrumpió la muerte. Trabajó mucho Rosario, honró a su país, podía, si la llamaban, irse tranquila porque había pagado su tributo a la tierra; incluso dejó un encargo: ENCARGO Cuando yo muera dadme la muerte que me falta y no me recordéis. No repitáis mi nombre hasta que el aire sea transparente otra vez. No erijáis monumentos que el espacio que tú ves entero lo devuelvo a su dueño y señor para que advenga el otro, el esperado y resplandezca el signo del favor. Leer algunas páginas de Rosario es toparse con la muerte a la vuelta de cada página: la muerte o el desamor, que es una forma de muerte. “Heme aquí ya al final y todavía No se qué cara le daré a la muerte”. Y la muerte la encontró el 7 de agosto de 1974, al electrocutarse con una lámpara casera en la sede de la Embajada de México, en Israel. Y podríamos creer que Rosario era una especie de esqueletito de juguete. Pero no, Rosario , a la manera de Posada, en la vida diaria era una mujer que reía y hacía reir con enorme facilidad; cuentan que estar con ella era un placer, escucharla, la garantía de una hora de deleite. Era ingeniosa, se proponía encantar y seducía. Sin embargo en su escritura no concede ni se concede nada. Rosario vive en una sociedad que aún no la merece como no merece a ninguna de las mujeres que intentan un camino distinto. se estrellarán o serán destruidas a dentelladas. A tres siglos de distancia, Rosario puede decir lo mismo que Sor Juana: la comunidad humana no le ayuda a la mujer a realizarse. Antes de los cincuenta años. Sor Juana renuncia al estudio y regala su biblioteca; antes de los cincuenta años, Rosario Castellanos se electrocuta, cumpliendo así todos los vaticinios de su poesía. “Sabed que la esperanza nos traiciona Y que es la compañera de la muerte”.
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