39 y la singularidad). La actitud luchadora, valiente, determinada, decidida facilita la vida propia. En el lado opuesto está la actitud pusilánime e infantiloide que muchos han adoptado con la esperanza de que alguien o algo les libre de tener que asumir la responsabilidad y el esfuerzo que conlleva vivir. Será por eso que son tantos los que se han apuntado a la repetición de ‘mantras’ (frasecitas adormece conciencias), con la pretensión de que, al repetirlas, se obrará el milagro y se les activarán algunas capacidades (ojalá se les activará el sentido común), y en su vida irá todo como la seda sin tener que hacer el más mínimo esfuerzo: serán exitosos, carismáticos, ricos, triunfadores, felices… Y todo ello, con tan sólo repetir frases pero sin tener que hacer cambios en su interior ni en su vida. Es como si alguien pretendiese que le saliesen músculos a base de tomarse vitaminas y aminoácidos pero sin hacer pesas ni ejercicio alguno. La actitud, es fundamental. Quienes esperan que ‘cambie’ algo usando sólo la ‘cosmética’ ignorando el esfuerzo y el compromiso necesario, tienen una actitud de ‘salir a perder’ a la vida. Salir a ganar, por el contrario, responde a una actitud de ‘a por todas’: quien está dispuesto a hacer lo que sea necesario con tal de alcanzar su meta, puede contar con que, tarde o temprano, lo logrará. Si tengo que escoger entre actitud y aptitud, me quedo con la primera. La actitud es la llave maestra: salir a ganar, victimizarse, amuermarse, revolucionarse… Cada uno escoge qué actitud quiere tener para vivir su vida. ¿De qué nos sirve tener dinero, inteligencia, recursos varios… si hemos adoptado una actitud de ‘salir a perder a la vida’? Por amor a uno mismo y para honrar la chispa divina que somos debemos salir a ganar a la vida, comprometernos con ser la mejor versión de nosotros mismos. • Conciencia. Si queremos que el mundo sea un lugar donde la vida humana tenga sentido y merezca la pena tenemos que ser conscientes de que quejarnos de lo que no nos gusta o lo que no va por buen camino, no basta. La conciencia nos anima a brillar nuestra luz en forma de opiniones y acciones que sean consecuentes y congruentes con nuestros valores. Quedar bien con la conciencia propia es innegociable a no ser que se quiera vivir en perpetuo estado de malestar y conflicto con uno mismo. La conciencia es la guardiana de los valores y principios del alma más allá de la identidad humana. No importa lo que otros puedan pensar de nosotros o de cómo lideramos nuestro destino y conducimos nuestra vida, aunque creamos que importa. Podemos afanarnos en quedar bien con los demás o en no contrariarlos, cuando escampa la estupidez de tal actitud, y sólo queda el vacío de la soledad, aparece la conciencia, la nuestra. Escapar de ella es misión imposible. Por consiguiente, ni por nada ni por nadie hay que traicionar la integridad propia. Es más, ¿para qué? ¿A cambio de qué? Nunca la traición de la integridad propia pudo ser compensada quizá por aquello que decían los romanos: ‘Roma, no paga traidores’. Cuando tomes conciencia de que eres lo más importante de tu vida, que sin ti no puedes existir en la Tierra, que tu conciencia no la puedes esconder, ni esquivar ni lavar con detergente alguno y que la traición a uno mismo es lo peor que te puedes hacer… Te jurarás no volver a pasar hambre de ti, al más puro estilo Escarlata O’Hara en ‘Lo que el viento se llevó’. A la conciencia hay que prestarle atención, hacerle caso, respetarla y protegerla. Eres lo mejor que tienes en esta vida. Ah, esos que parecen no tener conciencia, allá ellos con su karma y con el cómo manejan sus asuntos. • Alas de luz. Todos llevamos un par de alas de luz en el alma, esas que, de usarlas, nos permiten elevarnos por encima de las miserias, dificultades, problemas… y ver el paisaje más allá de uestras limitaciones humanas. Puede que los humanoides no tengas alas o que las tengan encerradas en una caja fuerte para que, su conciencia, no les dé la tabarra, allá ellos con su karma. Pero, tú, úsalas, disfrútalas. Comprobarás como, todo lo enumerado anteriormente, se revela ante tus ojos cuando, las alas de luz que llevas en el alma, abras. Ya sabes, los ángeles vuelan porque se toman a sí mismos a la ligera…
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