Lo Mejor de Retos Femeninos - Abril 2023

35 Afortunadamente, dado que nací entre gente que nunca escondió ni olvidó la luz primigenia de su alma que vieron mi luz y me animaron a brillarla, hice caso omiso a todos eso agoreros. Mi madre, a la que apodé ‘mi aeropuerto humano’, ha sido mi portadora de visión (una suerte de hada que ve tu alma y tus dones animándote a compartirlos con el mundo, te insta a creer en ti). Mis padres, siempre creyeron en mí, vieron mi personalidad y nunca quisieron cortarme las alas, muy al contrario. Esto me ha dado una fuerza tremenda en la vida, una gran resistencia ante la adversidad. Su amor es la energía que me ha permitido pasearme por la vida sin romperme, psicologicamente hablando, sortear tempestades, derrotar dragones al tiempo que ha sido un magnífico antídoto para la envidia, los celos (tanto de mí hacia otros como de eso otros hacia mí) y para lograr mantener a raya la desesperación. Actualmente, yo soy esa ‘portadora de visión’ para aquellos que se acercan a mí buscando a esa Hada madrina que perciben en mis libros. Son los necesitados de que alguien les diga ‘yo, creo en ti’. • ‘YO CREO EN TI’: sinónimo de ‘veo tu alma y me encanta’. Si desde pequeños a todos nos dijeran ‘creo en ti’, cuan diferente sería la infancia, la adolescencia y la adultez. Si ‘nos vieran el alma’ cuánto sufrimiento no existiría, cuántas horas de terapia no harían falta, cuánto ‘desescombro’ tendría yo que hacer. Suelo verle el alma a la gente, lo cual me permite detectar ‘diamantes en bruto’. No todo el que es terapeuta es capaz de ver la luz, el alma o de ejercer de portador/a de visión. Se necesita haber desplegado las alas, ser un ‘portador de la luz’, un ‘guerrero de la luz’, un hada, alguien congruente, alguien con sus deberes hechos y con la asunción de la responsabilidad de sí mismo, alguien que empatice con su propio ser, alguien valiente, audaz y rebelde para poder ‘ver’ al otro. Algunos lo logran a base de trabajo y perseverancia (alcanzan el grado de ‘virtusismo’), mientras que otros (los menos), nacen con el don (los talentHados). Si en tu familia nadie vió o valoró la luz de tu alma, no significa que no exista, que no la tengas. Abre los ojos, mira tu alma, verás tu luz. Eso sí, primero, deberás tirar a la basura todas las creencias apestosas y erróneas que te hicieron creer, te dijeron, te lanzaron cual tomates podridos a tu ser, a tu dignidad. Se nos hace creer, y así lo asume la mayoría sin rechistar, que si una figura de autoridad (padre, madre, abuela, abuelo, maestro, profesor, terapeuta), te dice ‘algo’ acerca de ti, tú no sólo no deberás rechistar, sino que, por encima de todo y a pesar de ti, deberás asumirlo como ‘verdad’. Cuando lo que se nos dice es ‘agradable, positivo, reforzador, empoderador’, es maravilloso. No obstante, deja de serlo, cuando es ‘negativo’. Lamentablemente, hay más de este último que del primero. No importa si nacemos en un país de Europa, Norteamérica, América del sur, Asia, Australia, los seres humanos -y humanoides-, nos parecemos en lo esencial. Por eso, lo ‘básico’ es consustancial a todos. Ninguna cultura se libra de los ‘perdidos en su negrura existencial’ ni de ésos que ‘se llevan fatal consigo mismos’. Si aterrizaste en una familia en la que no fueron capaces de ver tu luz, deja de lamentarte, todo tiene solución. Quizás naciste entre seres así porque los necesitabas como ‘maestros’ para animarte a creer en ti. Búscate la vida, deja que tu alma te guíe hacia esa persona que puede verte el alma, capaz de enseñarte a volar tu luz, dispuesta a pulir el diamante en bruto que eres y, sobre todo, animarte a creer en ti. Hay un cuento de Anthony de Mello que me encanta y que ilustra el poder de las creencias y sobre todo, el que nunca, nunca, nunca jamás debemos ignorar la llamada de nuestra alma, su grito de auxilio. Al igual que nunca, nunca, jamás debemos creer a otro humano que nos diga ‘no vales’, ‘no tienes talento’, ‘cómo tú, las hay a montones’, ‘nunca triunfarás’, ‘no eres tan inteligente como te piensas’, ‘eres fea’, ‘eres tonto’. El cuento de forma resumida: Érase un granjero que gustaba de ir a monte a buscar nidos de águila para apropiarse de los huevos mientras la mamá águila estaba fuera. Así fue, como una mañana, se apropió de un huevo de águila, se lo llevó a su granja y se lo dio a una gallina para que lo incubara. El aguilucho, cuando salió del huevo, al ver a la gallina, la tomó por su madre y la siguió. Aprendió a comportarse como un polluelo de gallina, cuando en verdad era un águila. Se pasó toda su vida creyendo

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