6 mi casa, allá donde nadie me molestara con mi firma, que si no sabía cómo era la política para que le entraba, lo sorprendente de esto fue que esa opinión vino de otra mujer. Finalmente, me quitaron también mis compensaciones. Cansada, estresada, agobiada y dolida del ambiente, pedí permiso sin goce de sueldo y ¡oh, sorpresa! Al pedir mi regreso al puesto, no se me permitió entrar argumentando pretextos como que el escrito iba mal dirigido, que estaba fuera de tiempo, entre otras cosas. Finalmente, luego de vivir este caminar pedregoso después de años de solicitar justicia, se acreditaron los delitos de violencia económica, simbólica y psicológica, así como el de obstrucción de funciones. Por todo lo anterior considero que el sistema de justicia no cumple con los principios de ser pronta y expedita como lo marca la ley, ya que mi proceso duro casi cuatro años y, durante el curso, hubo dilación y no tuve una asesoría adecuada, no hubo abogados que hablen de mi lengua wixarika o traductores-intérpretes, no existió empatía en las y los servidores públicos que me atendían, el Ministerio Público tardo demasiado en integrar la carpeta de investigación y en judicializarla ante un Juez, aun así se continuó faltando a estos principios, por ello vi la necesidad de aceptar un juicio abreviado; tal vez no llegué a las últimas consecuencias del proceso porque estaba desgastaba emocionalmente y psicológicamente, sentí que de continuar era una constante revictimización en el proceso al ver a mi agresor con actitud de burla en cada audiencia. De la experiencia vivida puedo decir que, en parte, el sistema no tiene en su centro de atención a las víctimas, pues creo que seguimos siendo las últimas en ser consideradas y en ocasiones sentimos la sensación de desánimo a denunciar o declinar en el ejercicio de nuestros derechos. Demandar justicia es enfrentarse a otro sistema que te deja sin aliento para seguir, es cansado, frustrante, demasiado burocrático y lento. Entonces, para las mujeres el camino se vuelve espinoso en estos espacios de participación política. El no haber sido cómplice y negarme a ser “tapete de alguien más” o al mando de los que ejercen el poder, me costó la violencia que padecí por ser mujer, por ejercer mis derechos y por defender la posición en el servicio público que me fue encomendada. Concluyo finalmente que, pese a toda la violencia que padecí, hoy puedo decir que no me rendí, di batalla y demostré que, aun cuando se tiene en contra todo el poder, todavía hay esperanza. No todo fue malo, reconozco la labor de algunos servidores públicos que creyeron en mí y me apoyaron, aprendimos en conjunto a sentar un precedente para que ninguna mujer vuelva a padecer lo mismo, hay que buscar de una y mil maneras el ejercicio de nuestros derechos, hay que ejercer el derecho a denunciar, hay que buscar la justicia por encima de todo, abrir caminos para otras mujeres que sufren o han sufrido lo mismo o más que yo y que no se queden calladas. Con este objetivo hemos empujado una agenda colectiva para lograr empoderar a las mujeres indígenas. Nosotras tenemos que ganar espacios y batallas porque solo así nos habrán de respetar, valorar y vernos como iguales. Retomo las palabras de mis hermanas que han padecido injusticias: “Hasta que nuestra dignidad se haga costumbre”. ¡Nunca más los espacios públicos sin la presencia de las mujeres indígenas! * Marina Carrillo Díaz (Tukarima): Nació en Tepic, Nayarit. Proveniente del Municipio del Nayar. Mujer hablante de la lengua wixárika con grandes fortalezas lingüísticas, culturales y profesionales, se resiste a abandonar sus raíces milenarias frente a un mundo globalizado, por tal ha incidido en grandes proyectos de defensa jurídica y fortalece la lengua wixárika. Estudió la licenciatura en Derecho, en el año 2005-2008. Además de ser activista feminista y Defensora de los derechos de las mujeres indígenas. En el 2001, colaboró como socia fundadora de la Unión de Estudiantes Indígenas por México, A.C., organización integrada por jóvenes indígenas de diversas etnias de su Estado; posteriormente fundó la Unión de Profesionistas Indígenas de Nayarit, A.C., y el colectivo de “Regalando Sonrisas”. Cursó el Diplomado de Formación y Acreditación de Interpretes en Lenguas Indígenas en los ámbitos de Procuración y Administración de Justicia en el Estado de Nayarit, fungió como intérprete en diversos procesos penales apoyando a las mujeres indígenas. También curso el Diplomado de Curso de Alta Formación para Mujeres líderes Indígenas del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir, A.C. (CAFOLI2) en 2020. Desarrolló el proyecto de vivero comunitario en Paso de Alica. Su pueblo natal junto con médicos tradicionales con la finalidad de rescatar y preservar la medicina herbolaria (2013). Es coautora del libro “Ta Niuki” edición 2008 y 2012, financiado por el Instituto Nacional de las Lenguas Indígenas. Coautora del Libro digital Ideales de la Juventud, 2017. Entre otras creaciones memorama “Waikari”, financiado por CONACULTA y CECAN, 2014. Es merecedora de distintos reconocimientos como: Ø Premio Nacional de la Juventud, categoría “B”, fortalecimiento a la cultura indígena 2014, otorgado por el Instituto Mexicano de la Juventud. Ø Medalla al Mérito Cultural y Artístico, “Emilia Ortiz” 2015, otorgado por el Congreso del Estado de Nayarit. Fue asesora por contrato en la Universidad pedagógica Nacional, Unidad 181. Plantel Tepic (2016-2017). Además de ser servidora pública de elección popular en su Municipio del Nayar, en el cardo de Síndica Municipal por el periodo de 2017-2021. Es coautora del libro “Mujeres que NO callan” (2021). Mediadora de salas de lectura en lenguas indígenas (2021). En Sala de lectura Itinerante ‘iyari. En Paso de Alica Municipio del Nayar. Actualmente es maestrante en educación campo formación intercultural docente en la Universidad Pedagógica Nacional, Unidad 181, Tepic. Forma parte del Observatorio de participación Política de la Mujer en Nayarit y es Presidenta del Colectivo de Mujeres de los Pueblos Originarios de Nayarit. (2021).
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