6 físicas o ambas, relacionadas con la sexualidad de connotación lasciva. Podemos estar siendo víctimas de violencia laboral y sexual en el trabajo. Necesitamos más El Instituto Nacional Electoral (INE) cuenta con el Protocolo para prevenir, atender y sancionar el acoso y hostigamiento y acoso sexual o laboral, una gran herramienta para saber cómo actuar. No obstante, cuando digo que no basta con tener protocolos, es porque hay que ponerlos en práctica. Pero es importante mencionar otro punto: el sistema en el que vivimos está estructurado para que la víctima sea quien reaccione primero, y a veces, es la única que lo hace. El protocolo señala las responsabilidades de las autoridades del INE al tener conocimiento de un caso de acoso u hostigamiento. Esto no significa que deban esperar una denuncia formal, significa que éstas pueden ser proactivas con el objetivo de prevenir estas conductas de las y los líderes de equipos, a fin de generar un ambiente en el que las personas sientan la confianza de denunciar. En un país donde la mayor parte de las violencias de género no se denuncian por la revictimización, un protocolo ayuda, pero no hará la diferencia. Nobastanlosdiscursosaleccionadoresypolíticamente correctos en fechas o eventos emblemáticos. Mucho menos cuando el resto del tiempo las propias instituciones y organizaciones y quienes las representan ejercen violencias simbólicas, como lo son las bromas sobre las mujeres, la identidad de género, sobre personas indígenas o afromexicanas o en referencia a cualquier persona perteneciente a un grupo históricamente discriminado. No basta el feminismo universal, aquel que ve en el género la única opresión. Las mujeres racializadas y las personas no binarias han soportado violencias estructurales y sistemáticas en diversos ámbitos, uno de ellos es el laboral. Señalo que la violencia laboral no desaparece al salir de la oficina porque los efectos de las agresiones traspasan el centro de trabajo. La tristeza, el enfado, la frustración, la vergüenza, la culpa, el miedo y hasta el asco que sienten las víctimas lo llevan a casa, al transporte público, a sus salidas con amistades, a sus pesadillas por las noches. El protocolo establece que: “El acoso y hostigamiento sexual o laboral afecta negativamente a la persona que lo sufre”. Pero el daño que provocan los agresores se expande a otras personas, a otros ambientes. Finalmente, el acoso y hostigamiento laboral en el ámbito electoral no se limitan a las y los servidores públicos, porque en los procesos electorales, el INE suele contratar al personal para capacitar a la ciudadanía que participará en las casillas. En esa actividad, mientras realizan un trabajo, pueden recibir diferentes tipos de violencia. Las vacantes temporales que se ofrecen ayudan a muchas personas a obtener ingresos económicos, pero nuevamente se deja en la mayor vulnerabilidad a quienes ya de por sí viven en desigualdad. Hay grandes avances, pero aún no podemos parar, necesitamos más. * Blanca Juárez Pérez Periodista feminista transincluyente. Escribo sobre trabajadoras del hogar, trabajo infantil y migración. También sobre políticas laborales y de seguridad social, violencia contra las mujeres y población LGBT+. Puedes leer mi trabajo en Capital Humano del periódico El Economista y en Sin EmbargoMX; también en Píkara Magazine, de España.
RkJQdWJsaXNoZXIy MTUxNjQ2