29 Sylvia Sánchez Alcántara Hay traiciones que matan Cuando traicionas, fallas. Y lo haces en serio, porque antes que a nadie, te fallas a ti misma, y esta acción es casi siempre irreversible. El daño es tan grande que nada vuelve a ser igual. Se pierde la confianza, el respeto, la complicidad, y se gana a pulso el descrédito, la desilusión, la decepción. Dicen los poetas que hay traiciones que matan, y si no, ¡casi!; y no sólo hablamos de aquellas que se viven y sufren por amor; también están las que se padecen entre amigos, entre compañeros, entre hermanos, entre padres e hijos, y hasta cuando alguien comete una gran traición a su patria. El efecto es letal. Y ¿cómo no?, si quien la comete lastima, rompe, destruye. La traición duele. Nace en silencio y grita cuando nos sorprende. Enfrentarla es un gran desafío, porque el desprecio, y las heridas están a flor de piel. Cuando la vivimos, la sensación es de pérdida, porque descubrimos que nuestro pacto de fidelidad no fue más que una promesa perdida en el viento; ¡Pasar la página y recuperarnos es tan difícil!. Se puede comenzar otra vez. ¡Se puede curar el alma a través del amor!. Lo importante es lavar las heridas, después todo será más fácil. La vida es tan corta que una traición no puede ni debe terminar con nuestros sueños. Aprendamos de la experiencia y tengamos más cuidado al elegir en quién confiar. Pensemos también que quien nos lastimó es ante todo un ser débil, inseguro, con valores tan pobres que no supo medir las consecuencias, y entendamos que quizá en algún momento ese vacío de conciencia le hará comprender que como dijimos en un principio, antes que a nadie, se falló a sí mismo. Por fortuna no todas las relaciones son iguales. Cada una es una lección de vida que tenemos que descifrar. www.retosfemeninos.com
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