Lo Mejor de Retos Femeninos - Junio 2024

30 que no cuenten con ello. Yo opto por el respeto a mí misma y vivir acorde a mi escala rosettiana de valores. Mi alma no se alquila ni se vende. • NUNCA he querido tener seguidores. No he venido aquí, a la Tierra, para fomentar el seguidismo sino para animar a la gente a ser lo mejor que le he pasado. Ello pasa, necesariamente, por seguirse cada uno a sí mismo. Una cosa es admirar y otra muy diferente, idolatrar. Edgar Cayce opinaba que cada persona es igual de importante para el Universo, que todas las misiones son igual de valiosas, que todos contamos, no importando si hemos venido a influenciar a una o a millones de personas. Por eso, yo no quiero tener seguidores, sino compañeros de viaje vital, gente que honra mi hadada luz. El resto, no me interesa. No me interesa la gente que me ensucia las alas, o que me echa alquitrán a las mismas porque envidia mi luz, y pretende igualarme hacia abajo. He aprendido que ni todos pueden ver la luz, ni todos quieren. No se puede gustar a todo el mundo, ni Dios lo logra. Y, ello, además de lícito, es muy sano, amén de retador, divertido y revelador. • NUNCA he querido avivar el fuego del sufrimiento, ni el coleccionar ‘cupones de estrés o de sufridos’. Muy al contrario, quiero animar a la gente a visitar más el lugar de la alegría en su alma en vez de pasarse la vida disociados de sí mismos y alimentándose del ‘martirologio’. Estoy convencida de que los problemas son simplemente situaciones y de que cada uno decidimos cómo queremos abordarlos. Hay quien, por ejemplo, monta un pifostio de tres pares de narices a propósito de haber perdido unas gafas, o de que le hayan rayado el coche. En cambio, otros ante un diagnóstico de enfermedad grave, reaccionan con serenidad y fe. La aceptación es clave. Aceptar lo que nos acontece nos permite fluir con los eventos, sortearlos como el agua, vencerlos o simplemente dejarnos llevar por la corriente hasta playas de sorpresa. No siempre es bueno luchar contra los elementos. No siempre es bueno dejarse llevar. Todo depende del fluir. Por lo que practicar el asumir la cuota necesaria de frustración, es otra de las claves. Cada uno de nosotros decidimos cuánto, cómo y a propósito de qué o de quién nos queremos hacer sufrir. El sufrimiento se elige, lo elegimos al elegir la actitud con la que queremos abordar los sucesos que nos acontecen. Los acontecimientos están ahí, son producto del vivir en Humanidad. ¿Sufrir o surfear la ola? Cada cual elegimos. Por eso he elegido no sacar de mi esfera íntima mi vida personal, sacando tan sólo a pasear lo que lleva la etiqueta de ‘profesional’. Mis sentires, mis padeceres, mis aconteceres… son míos, no mercancía para ser intercambiada por ‘admiradores’ o ‘seguidores’. No necesito usar mi vida personal, y lo que en la misma hay, para atraer a la gente. O la gente se siente atraída por el producto resultante de mi mente, alma… o no hay otra. Mi padre, un día, me dijo que, para atraer lectores a mis libros, debería inventarme que él me pegaba, que tuve una infancia dura, infeliz, chunga… Lo decía en broma, claro. En serio, jamás insultaría a Dios, al Universo, a eso que es más grande e inmenso que yo, a mi alma, con una mentira semejante. Yo quiero que la gente sepa que es normal y posible tener una infancia feliz. Que lo anormal es no tenerla. Tener unos padres que no te amen es anormal. Una familia que no te ama, va contra las leyes del Universo. Los chinos sostienen que no tener familia es la peor de las desgracias. Mis padres también tuvieron una buena infancia. El carecer de dinero no significa que la infancia vaya a ser mala. Si hay amor, se es afortunado pues se posee la mayor de las fortunas, esa que escapa al dinero. Se puede tener dinero y ser un miserable, un pobre de alma. Se puede carecer de dinero y, sin embargo, ser afortunado. • NUNCA he querido ser la más rica del cementerio. Por ello he antepuesto el respeto a mi dignidad e integridad al besarle el culo a alguien o el tragar sapos, como vulgarmente se dice. Me he negado a ser ‘la negra’ de alguien famoso, aunque ello supuso quedarme sin contrato en una editorial. Me he negado a tragar con mentiras o con amenazas o con extorsiones varias o propuestas indecentes, con tal de tener un contrato o un cliente en consulta. Un día paseando por el camposanto de mi ciudad con mi madre (habíamos ido a llevar flores a la tumba de mis abuelos), comentamos los mausoleos o casoplones mortuorios que algunos se habían hecho. Mi madre dijo que era para que se supiera que eran ricos. A lo que yo respondí que, mausoleo o enterrados en el suelo, todos estaban igual de muertos. Nos reímos ante esa realidad imposible de obviar. ¿Para qué quiero atesorar dinero a costa de mi salud? El dinero ni cruza la frontera

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