33 débil”. Pobres hombres que al ser niños cargaron una muñeca e inmediatamente el más macho de la casa se burló de él, diciéndole que parecía “niña”. Pobres hombres que al ser niños y llorar de dolor, tristeza o impotencia les dimos el peor consejo: “los hombres no lloran”, “aguántese como macho”. Pobres hombres que les dimos la orden de ser proveedores y les negamos el espacio de sensibilidad, fragilidad y emoción tan necesarias en la formación de nuestros valores y esencia. Hoy necesitamos una paternidad sensible y empática, que trabaje en equipo y que sienta a sus hijos. Que los ame, que los abrace y les diga “te amo”. Pero más tristeza me dan aquellos pobres padres que por cobardía e irresponsabilidad se están perdiendo del milagro de ver sonreír a sus hijos y de escuchar la dulce melodía en su oído: “te amo papá”.
RkJQdWJsaXNoZXIy MTUxNjQ2